sábado, 26 de mayo de 2007

El Valor de la Amistad

Sofía se encontraba acostada en su cama, su mirada perdida en el televisor, con sus párpados casi totalmente cerrados. Su celular sonó. Se le espantó el sueño, y se apresuró a contestarlo.

–Hola mi amor, ¿Cómo estás? –dijo la voz de un hombre.

–Hola, nene, ¿Qué más?

–Mi vida, ¿Sí supiste que el cover de Parteeh tiene una rebaja del 20% hoy? El valor normal es consumible, pero sólo pagas el 80%.

–Ay, Simón, yo no me encuentro muy bien hoy. Tengo dolor de cabeza, amor –dijo con voz apagada.

–Vamos, nena. Allá te distraes, y con seguridad te diviertes –insistió él.

–No, Simón. De verdad que me siento malita –rogó.

–Perfecto –su tono brusco – ¡No vayas entonces! –colgó.

Sofí colocó el celular en frente de sus ojos, y se lo quedó viendo un momento. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Se dio la vuelta en su cama, quedando bocabajo, y hundió su cara en la almohada.

Unos minutos después, sonó el timbre. Pero no sería ella quien abriera. Escuchó la voz de su madre: “Ah, sigue, Paloma. Se encuentra allá en su cuarto.”

Cuando Paloma entró al cuarto, se asombró con la imagen que percibió. Sofía estaba sentada en su cama, abrazando sus piernas. Sobre sus rodillas, una almohada, y sobre la misma, su cara llorosa.

– ¡Amiga! –Exclamó con voz alterada – ¿Qué sucede?

Sofía sollozó y Paloma se apresuró a sentarse a su lado. Le sobó la espalda con dulzura, y le dijo: “Cuéntame qué ha sucedido.”

–Es que soy una mala novia –su voz quebrada –Simón me acabó de colgar el teléfono. Debe estar furioso conmigo.

–No, no digas eso. ¿Cómo sucedió?

–Me llamó para invitarme a Parteeh y le hice un desplante por un estúpido dolor de cabeza.

–Ay no seas tonta –replicó Paloma. No le hagas caso a eso. No todo es fiesta en esta vida, al contrario, él debió haber sido más comprensivo contigo, y no forzarte a ir. Yo venía a invitarte al mismo lugar, pero si tienes dolor de cabeza, creo que mejor me quedo a acompañarte. –Le comentó con un tono que crecía anímicamente.

–No. Paloma. –Sofía se secó las lágrimas. –Quiero ir. Siento que le debo una disculpa.

Paloma rió. –No le debes nada. Pero bueno, Sofi, vamos a buscarte algo para que te pongas.

Paloma ayudó a su amiga a arreglarse, y cuando estuvieron listas, se dirigieron al sitio estipulado.

Llegaron a la discoteca, y una vez dentro, se encontraron con el grupo de Paloma.

– ¡Eh, Palomita, trajiste a Sofi! –comentaron algunos.

– Si, pero la verdad es que Sofi tiene un asunto que arreglar. –Se dirigió hacia Enrique, que conocía a Simón y a sus amigos. – ¿Quique, has visto al grupo de Simón?

–Creo que los vi dirigirse al segundo piso –mencionó éste.

–Bueno, entonces creo que mejor voy yendo –anunció Sofía.

–Cuídate, amiga. Ya sabes, cualquier cosa, estaremos aquí, ¿de acuerdo? –Se despidió Paloma.

–De acuerdo. –Partió.

Sofía subió por las amplias escaleras de madera que conducían al segundo piso. Arriba, la multitud de gente no permitía que la visibilidad fuera precisa. Entonces lo vio, sentado y riendo con las personas a su alrededor. Caminó unos pasos hacia él, pero cuando una de las personas que bloqueaban la vista se movió, Sofía observó una imagen que la hizo detenerse en seco. Sobre las piernas de Simón, se encontraba una chica que estaba acariciándole el cabello. Éste a su vez, la abrazaba con un brazo, y entonces se besaron apasionadamente. Sofía sintió que le faltaba el aire. Su corazón le dolía como si se opusiera a latir. Sentía su alma resquebrajándose en pedazos. La escena no fue visible por mucho tiempo, pues las gruesas lágrimas que aparecieron en sus ojos, tornaron la imagen borrosa.

Salió corriendo en dirección opuesta, tropezando así, con muchas personas en la vía. Descendió las escaleras, y se dirigió llorando al baño de las damas. Desde la pista de baile, Paloma se dio cuenta de su descenso, y se excusó con Enrique: “Discúlpame, Quique, ahora seguimos bailando, ¿sí? Ya vuelvo.” Y fue hacia donde se encontraba su amiga. Entró al baño y la encontró hecha un mar de lágrimas. Sin preguntas ni comentarios, se dirigió hasta Sofía y le dio un abrazo.

–Estaba con otra –sollozó con amargura sobre el hombro de Paloma –lo vi con otra y se besaron.

–Es un imbécil, olvídate de él –le aconsejaba su amiga.

–No, amiga, me quiero morir, me quiero morir –chillaba.

–No, Sofi. No digas eso ni en broma.

Sofía miró a Paloma. El blanco de sus ojos se había tornado de un perla brillante por causa de las lágrimas, y se veían más redondos que nunca – ¿Qué hago, Paloma?

Entonces Paloma pronunció una ligera sonrisa. “Por lo pronto, sacarte a ese estúpido de la cabeza y venir con nosotros a disfrutar de la música y el baile” le dijo.

Sofía bajó un poco la mirada algo desmotivada.

–Vamos amiga, no te pongas así –le pidió Paloma –por favor, sabes que los hombres son unos idiotas.

Silencio.

–De acuerdo, te propongo algo –sugirió Paloma –Acompáñame y disfrutemos de la rumba. No te preocupes por hombres por ahora, pues, te propongo que: Si de aquí a un año, no encontramos un hombre que valga la pena, nos volvemos lesbianas, ¿vale?

Sofía no pudo evitar escapar una risita tras escuchar aquella frase. Río por lo bajo y levantó la mirada hasta Paloma.

–Es más, –continuó ésta, y ahora con una gran sonrisa en su cara, como si fuera a contar un buen chiste –desde ese mismo momento seremos pareja.

La risita de Sofía se volvió carcajada, y después su nariz sonó congestionada. Se secó las lágrimas y se lanzó a abrazar a Paloma. “Gracias amiga. Te quiero mucho.”