Lentamente, me fui distrayendo sobre las hojas en las cuales había trabajado hasta entonces, y empecé a garabatear algunos dibujitos sin sentido, y también escribí el nombre de Jennifer unas cuantas veces, con unos corazoncitos al lado. Sin darme cuenta, me fui abstrayendo mientras divagaba en mis pensamientos y veía su cara no presente. En mi cabeza, volvían fragmentos de conversaciones que habíamos tenido; su voz tan clara cual si me hablara en persona. Y recordaba momentos que habíamos vivido. De repente me encontré sonriéndole al papel.
Escuché lo que a mi primer parecer, fue un suspiro nasal. Mi reacción fue voltear a ver a Henry, y lo vi sonriendo.
– ¿De qué te ríes? – Le pregunté al tiempo que mis labios se contagiaban de su sonrisa.
–Llegué al resultado –me miró sonriendo. Entendí entonces que el sonido que escuché no había sido un suspiro: había sido una sonrisa de victoria.
Sentí felicidad al saber que tengo un amigo tan inteligente como él. Realmente, me sentí orgullosa de ello.