miércoles, 9 de julio de 2008

Estudiando con Henry

Sus manos expresaban más que sus ojos. Ellas se movían a gran velocidad mientras escribían, y de vez en cuando hasta con violencia. Sus ojos por el contrario, sólo denotaban concentración; espabilaban muy poco, y sólo seguían la posición de su mano sobre los cálculos que realizaba. De vez en cuando, exhalaba profundamente, y con una voz tan poco expresiva como sus ojos, decía mientras tachaba lo escrito: “No, por aquí no es”. Yo ya me había rendido con el ejercicio. Ya me había dado dolor de cabeza de tanto pensar y la frustración de no haberlo podido resolver no cooperaba.

Lentamente, me fui distrayendo sobre las hojas en las cuales había trabajado hasta entonces, y empecé a garabatear algunos dibujitos sin sentido, y también escribí el nombre de Jennifer unas cuantas veces, con unos corazoncitos al lado. Sin darme cuenta, me fui abstrayendo mientras divagaba en mis pensamientos y veía su cara no presente. En mi cabeza, volvían fragmentos de conversaciones que habíamos tenido; su voz tan clara cual si me hablara en persona. Y recordaba momentos que habíamos vivido. De repente me encontré sonriéndole al papel.

Escuché lo que a mi primer parecer, fue un suspiro nasal. Mi reacción fue voltear a ver a Henry, y lo vi sonriendo.

– ¿De qué te ríes? – Le pregunté al tiempo que mis labios se contagiaban de su sonrisa.

–Llegué al resultado –me miró sonriendo. Entendí entonces que el sonido que escuché no había sido un suspiro: había sido una sonrisa de victoria.

Sentí felicidad al saber que tengo un amigo tan inteligente como él. Realmente, me sentí orgullosa de ello.