–Calma amiga– Clara la intentaba calmar.
Angélica se apoyó temblorosa sobre el brazo de su amiga y hundió su cara en la suavidad de su suéter.
–Disculpa– una mano le tocó su hombro con delicadeza. Angélica levantó su cara con curiosidad, y miró hacia el asiento al otro lado del pasillo. La mirada del joven le causó una especie de confianza que no supo explicar. – ¿Me permites ayudarte? –continuó éste.
Temblorosa, se secó la humedad de los ojos para poder visualizarlo mejor. Lo miraba confusa.
– ¿Sabías que el miedo es transferible?
– No, no lo sabía– sintió curiosidad.
Se sobresaltó cuando su mano se llenó repentinamente de tibieza cuando la mano del joven se aferró a la suya.
–Anímate– le sonrió. –Piensa en mandármelo.
Angélica respiró profundo. –¿Mandártelo?
–Sí– afirmó éste. –Que el miedo se vaya de ti, y me llegue a mí.
«Esto es una locura» pensó. Cerró sus ojos, y se concentró en intentar mandarle el miedo al joven a su derecha. Clara observaba atónita.
Sorprendentemente, gradualmente dejó de temblar, y su respiración volvió a la normalidad. Contrariamente, la respiración del joven se hacía cada vez más honda y acelerada. Angélica no pudo creer cuando abrió los ojos y lo vio, sentado en su puesto, con cara de susto, y apretándole su mano con fuerza. El joven la soltó para aferrarse con firmeza a los brazos de su asiento. Sus nudillos se pusieron pálidos. Angélica se llevó las manos a la boca y miró a Clara, quien se veía tan pasmada como ella. A medida que el avión aceleraba, el bamboleo se hacía más fuerte, y con éste, la ansiedad del muchacho. En medio de la angustia y la preocupación, Angélica le extendió la mano, y le agarró el brazo. Lo acariciaba y le hablaba bajito para intentar calmarlo.
–Calma, calma… todo estará bien… todo estará bien…–le decía.
El avión despegó, y después de unos instantes, se escuchó la vocecilla aquella que informaba que las luces de cinturones de seguridad habían sido apagadas. La respiración del joven se reestableció súbitamente. Este cerró los ojos, y suspiró hondo.
Angélica se llevó las manos a la boca, pendiente de sus acciones. El joven abrió los ojos y su mirada denotaba victoria. La miró a los ojos con seguridad y le sonrió mientras decía: “Lo logré.”
–¿Lograste qué? – inquirió intrigada.
–Hacerte olvidar de tu miedo. –confirmó él.
–Es decir que…
–Sí –la interrumpió– estuve actuando. Lo de la transferencia del miedo, no sé si existe siquiera, pero parece que funcionó, ¿no crees? Tal vez… –hizo un silencio de pocos segundos– sea cierto eso de que todo está aquí– se llevó un dedo a la sien y la golpeó dos veces con éste.
Angélica rió nerviosa. Después sonrió. –Te lo agradezco.
–No hay problema, para servirte. – Le extendió la mano. –Me llamo Miguel.
Tardó unos segundos en volver a la realidad. Respingó y se apresuró a extenderle la mano de vuelta. –Angélica.
–Es un placer, Angélica. –una vez más, le sonrió.
2 comentarios:
Hugo,
Me parece que has sabido plasmar tu personalidad en este escrito. Exelente. Me encanta. :D
bueno hugo, no se que quisiste decir con el texto, tal ves que 1-el miedo solo se supera con la amistad, una virtud consistente en que los q se llaman "amigos" se apoyen mutuamente en cualquier situacion, sea de felicidad, miedo, tristeza, alegria, etc; o querias decir que 2- con la confianza, q es dar un todo a alguien a quien admiras, quieres, respetas y sabe q tu vales, por eso confia, cree en ti y viceversa; o quisiste decir que 3-reflejaste el miedode volar, o aerofobia, comun en las personas q realizan viajes aereos y tienen la tendencia de sentir malestares y demas; o quisiste 4- reflejar la virtud de la solidaridad, reflejada, valga la redundancia, en el muchacho(creo q se llama juan manuel) el cual colabora con la joven en su problema de temor, puede q sea mintiendo o aplicando un don unico proporcionado a el, el cual puede brindar solucion a uno de los tantos problemas q rigen este mundano universo, bueno para no joder mas esta bkn, sigue asi, cuida tus negocios, ^^
au revoir
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