martes, 16 de septiembre de 2008

Problema en Común

Un trueno retumbó en la noche. Kevin volvió a mirar la hora, pero al instante la lluvia empezó a caer sin el previo aviso de la llovizna, por lo que inmediatamente se dirigió a la taquilla, donde la gente se refugiaba bajo el techo de la misma. La fila en la que ahora se hallaba, se reducía a medida que la gente compraba los tiquetes para entrar al cine, y poco a poco, fue quedando solo mientras su paciencia se agotaba y se cansaba de esperar. Sus ojos se quedaron fijos en las gotas de lluvia que chocaban contra la acera mientras su mente se perdía en sus recuerdos:

Caminaba por el lobby del tercer edificio, cuando vio un conglomerado de gente cerca del ascensor y una voz familiar que chillaba: “¡¿No funciona el ascensor?!? ¿Y ahora qué haré?”
Se acercó adonde la chica y dijo –Karina, ¿Deseas ayuda?
– ¡Sí Kevin, por favor! Necesito transportar estas cajas…– rogó ella.
–No te preocupes –Dijo el muchacho mientras recogía una caja del suelo –¿Adónde la llevo?
–Al sexto piso, por favor.
La expresión del rostro de Kevin se alteró en sorpresa. – ¿Seis Pisos? Entonces supongo que me merezco una recompensa por semejante esfuerzo, ¿no?
–Pídeme lo que quieras –ofreció la chica.
– ¡Salgamos a cine este sábado! -Exclamó él.
–Me parece bien –Concluyó ella con una sonrisa, y le dio un beso largo en la mejilla.

«Se habrá perdido» Pensaba mientras se arrepentía de haber aceptado el encontrarse en el cine cuando él le ofreció ir a recogerla a la casa el día de la salida, pero ella no quiso. «No lo creo, ella confirmó la dirección». Desanimado y con un sentimiento de abandono que desbordaba su alma, entró en la lluvia al volver a la acera para pedir un taxi de vuelta a su casa.

***

El lunes, mientras caminaba por los corredores del segundo edificio, Kevin vio a Karina aproximarse a su casillero. Cuando ésta lo abrió, se apoyó con el hombro al lado de éste de tal forma que ella lo viera al cerrarlo. La chica dejó escapar un chillido de sorpresa cuando en efecto, cerró su casillero, y ante sus ojos apareció repentinamente la figura de Kevin, mirándola fijamente con brazos cruzados, y con cara de enojo.
–Me quedé esperándote el sábado –le reclamó.
– ¡Por favor perdóname! –Pidió Karina mientras se llevaba las manos a la boca –Es que yo sí quería ir, y ya me estaba alistando… Pero una amiga me llamó a última hora para decirme que por el centro comercial cerca a su casa tenían unos descuentos que no quise desaprovechar…
– ¿Pudiste haberme llamado para cancelar? –Dijo él con ironía.
La chica bajó la mirada, y con una total vergüenza dijo: “Es que no me atreví…”
Él se pasó la mano por su cabello en un gesto de impaciencia –Sí, es que ése es el problema contigo. ¡Ése es el problema contigo! ¡Tú sólo piensas en ti misma!
Sin atreverse a mirarlo, los ojos de Karina se enjuagaron en lágrimas. Estaba apenada con Kevin, y sabía que tenía razón en lo que decía, él siempre la trataba tan bien, y sentía que no estaba siendo justa con un amigo que quería mucho.
El joven se despegó del casillero, giró un poco y se dejó caer sobre éste con la espalda completa, generando un fuerte sonido metálico, y apoyando la cabeza contra el mismo al tiempo que cerraba los ojos. Exhaló un suspiro y dijo:
–Y lo peor de todo es que no puedo siquiera culparte, pues sufro del mismo problema…
Karina levantó sus ojos llorosos hacia él queriendo encontrarse con los de él, mas sin atreverse a preguntarle lo que quería decir con ello.
–Ya que mi problema es precisamente…–continuó él sin abrir los ojos–…Que sólo pienso en ti también…
La joven sintió un brinco en el estómago, y empezó a experimentar un centenar de sensaciones y sentimientos, ante lo que lamentó que Kevin fuese tan alto como para robarle un beso ahí donde se encontraba.

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