domingo, 28 de septiembre de 2008

Yerno Añorado

Patricia llegó a su casa. Como traía unas bolsas del supermercado, tuvo que bajarlas al suelo mientras sacaba las llaves para abrir la puerta. Abrió la puerta, tomó las bolsas de nuevo, e ingresó a su hogar. Notó que el televisor de la sala se encontraba prendido, y en el sofá al frente del mismo, alcanzaba a ver dos cabezas que sobresalían de éste. Al cerrar la puerta, escuchó la voz de Alicia que decía: “¡Hola, Ma!” y cuando se dio la vuelta en dirección a la cocina, reparó en que Juan se había levantado y se dirigía hacia ella con una sincera sonrisa: “¿Qué tal, Patricia? Permíteme y te ayudo con esas bolsas”.
–Gracias mijito, siempre tan gentil, tú.
Juan tomó las bolsas, y caminó junto a Patricia en dirección a la cocina.
– ¿Y qué hacen? –Le preguntó Patricia mientras llegaban.
–Nos estamos viendo una película que alquilamos –respondió el joven mientras por instinto señaló con su mano izquierda hacia la sala, sacudiendo un poco la bolsa que llevaba en esta mano – porque Ali siempre ha querido vér…
–Cuidado. Hay botellas ahí –Dijo la mujer con calma.
– ¡Perdón! –Se disculpó Juan.
–Tranquilo –le sonrió Patricia.
Llegaron a la cocina, y él la ayudó a sacar las bolsas, y guardar sus contenidos en la nevera o en la despensa según correspondiere. Entonces sacó una botella sin marca con un líquido blanco y se lo quedó mirando. Se dirigió a Patricia con vacilación: “¿Esto es…?”
–Sí, –dijo Patricia con una sonrisa en su cara –Avena de la de la tienda que tanto te gusta.
– ¿Para mí? –Confirmó con un brillo en sus ojos.
– Para ti. Si quieres toma otra para que le lleves una a Alicia.
– ¡Gracias! –Y así lo hizo. – ¡Ali! ¡Tengo la prueba de lo mucho que tu mamá nos ama!
–Patricia rió con agrado mientras Juan se retiraba de la cocina en dirección a la sala.
Después salió de la cocina, y subió las escaleras en dirección a los cuartos. Entró al suyo y vio a su marido acostado en la cama y viendo televisión. Lo saludó, y se dirigió a él y le dio un pico. Se quitó los zapatos, y se acostó en el otro lado de la cama, y se quedaron viendo televisión.

***

Patricia se levantó sobresaltada. El televisor seguía encendido y su marido dormía tranquilamente. Se había quedado dormida y ya se había adentrado un poco la noche. Apagó el televisor, y prendió una lámpara sobre la mesita de noche a su derecha. Tomó un libro que descansaba sobre la misma, y colocándose sus lentes para leer, inició su lectura.
No pasó mucho tiempo cuando empezó a escuchar la escalera crujir bajo un peso considerable. Interrumpió su lectura. Ninguno de sus hijos pesaba lo suficiente como para hacerla sonar de esa forma. Su primer pensamiento fue « ¡Un ladrón!» y su corazón se aceleró a mil por hora. Sigilosamente, se levantó de la cama, y fue a asomarse a la escalera. Su alivio consistía en pensar en que alguien de ese peso no podría moverse con mucha velocidad, ni facilidad en la oscuridad.
Finalmente, notó una figura indefinida subiendo por las escaleras de a un escalón por vez, y que al parecer, no había notado su presencia, porque la figura seguía subiendo. Un poco asustada, pero determinada a atrapar in fragante a quien fuere que estuviere inautorizadamente en su casa, se dirigió al interruptor de la luz, y la encendió.
– ¿Juan? –Se extrañó.
Al haber sido la luz encendida, el chico se había sorprendido y mirado hacia donde Patricia se hallaba. “¿Qué tal, Patricia?” replicó con una sonrisa cual si la situación fuese la más natural.
– ¿Qué sucede? –Preguntó ella. Juan llevaba a Alicia en sus brazos, como acostumbran los novios a entrar con sus novias al cuarto del hotel en su luna de miel. Alicia, por su parte, yacía dormida y con la cabeza apoyada en su hombro.
Ante la curiosa situación, Juan explicó: “Es que la película terminó ya hace un tiempito, pero Ali se quedó dormida, así que me quedé acompañándola. Sabes que no me importaría quedarme toda la noche acompañándola mientras duerme, pero me acaba de llamar Clara, así que básicamente, tengo que irme. Sino me meteré en problemas, porque sabes lo mucho que me cela con tu hija, dice que paso metido en esta casa, y que Alicia sabe más de mi vida que ella. Y no es por burlarme de ella, pero eso no es sorpresa para nadie, Alicia y yo somos amigos desde hace seis años así que…”
A este punto la risa de Patricia interrumpió la explicación del muchacho, así que agregó: “Bueno, mi niño, permíteme y te ayudo” lo dijo estirando los brazos para recibirle a la chica.
–No, Patricia. ¿Cómo se te ocurre que te voy a poner en ésas? Permíteme y yo me encargo. –Se negó él. Siguió subiendo, de a un paso a la vez, y al llegar al final de la escalera, se dirigió al cuarto de Alicia. Patricia apagó la luz, y lo acompañó al cuarto.
Él la acostó, y se levantó. Salió a la puerta del cuarto, donde la mamá se encontraba.
–Gracias –dijo ella.
–Descuida, no es ningún problema. Buenas noches entonces. –La besó en la mejilla, y corrió hacia las escaleras, bajándolas rápidamente pero sin el estrépito que hacía al subir.
Patricia se cruzó de brazos mientras mentalmente decía: «Juancito, Juancito… Si no tuvieras novia, intentaría metértele por los ojos a mi hija, para que fueses el yerno que siempre he añorado».

1 comentario:

Anónimo dijo...

jejejejej seguro q TODO es producto de tu imaginacion???
cualquier parecido con la realidad es pura concidencia